lunes, 3 de octubre de 2016

Vacaciones del verano 2016. Vigésimo novena parte

Habíamos pasado varias veces por Soria, pero nunca nos habíamos llegado ni a bajar del coche. Está vez, sí.
Pero antes nos acercamos a las ruinas de Numancia. Una vieja ilusión nos hacía desear ver las ruinas de una ciudad que resistió a los romanos. La ilusión, sin embargo, provenía de los relatos que nos leían en el colegio de niños donde se ensalzaba eso tan despreciado ahora, el espíritu Nacional. Todavía recuerdo aquellos relatos en clase de las tardes de invierno, ya sin luz en la calle. Aquella voz suave del maestro que se iba encendiendo progresivamente al avanzar el relato. Aquel final que te dejaba totalmente asombrado, aunque fuera la segunda o tercera vez que lo escuchabas.
El corazón encogido por la valentía de aquellos españoles que no sabían que lo eran.  Éramos niños, pero estas cosas se te quedan en la cabeza para toda la vida. Así que era ineludible visitar Numancia.
La realidad, no se parece nada al relato. Ya al subir la cuesta te encuentras con un escenario montado para representar la historia. Desilusiona un poco que una historia tan importante se represente en una montaje, pero es así. Una vez en la cima te encuentras las ruinas de un pequeño pueblo que rompe con la imagen de esos suicidios masivos que te imaginabas de niño. ¡ Si eran cuatro gatos!. Han reconstruido dos casas para que veamos cómo vivían. Pero el efecto grandioso se pierde entre lo poco que queda y la pequeñez del recinto.
Media hora después, ya lo habíamos visto todo.
Por un lado una vieja ilusión que nos inculcaron de niños, cuando todavía nos permitíamos soñar con imposibles. Por otro lado una vieja ilusión que choca con la realidad que nos encontramos de adultos. ¿Qué pesa más? Sigo apostando por la ilusión. Sobre todo porque si perdemos esas fantasías que nos quedaron grabadas de niños, perdemos parte de nuestro ser. Y eso no lo podemos permitir.
El visitar las ruinas con Eugenia y Juanma también ayuda a mantener la ilusión, no en vano los dos estudiamos en los Carmelitas y los dos escuchamos la historia de la misma manera por los mismos labios.
¡Ilusión cumplida!

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